por Rubén de la Peña
De
entrada asumir mi parte de responsabilidad. He participado de este sistema como
el mas conformado y aturdido pero esto no me ciega a la hora de analizar la
situación. Choca la efervescencia política con la realidad social actual. Se
palpa un triunfalismo que no tiene nada que ver con unos momentos, con una
injusticia que sabe agotar sus plazos y sus tiempos. La esperanza que se
subraya el 24 de Mayo como el rapto liberador de todas nuestras desdichas no es
otra cosa que el espejismo para nuestra sed. Nos trasmiten la sensación de que
la fecha de las elecciones marcará el antes y el después, que se elevará la
razón aupada por la regeneración, la reforma y la ética. Sin darnos cuenta que,
nuevamente, nos han ganado la batalla. Hakim Bey decía que el arte era el
proceso de creación, lo que duraba la realización de la obra de arte, no la
pieza resultante. El cuadro, la
escultura, la performance son las cenizas de la hoguera que prendió el proceso
creativo; no es el resultado son los desechos del arte. En el mundo de la
política no puedo mas que pensar de esa misma manera. Nos quieren hacer creer
que los partidos de nuevo envase y la oportunidad de las próximas elecciones
son el crisol de todo un proceso. El catalizador de las soluciones al
sufrimiento social. Cuando son, precisamente, la factura de toda esperanza.
Cenizas de la hoguera.
El
capitalismo más feroz ha vencido. Rajoy ha ganado en la medida en la que hemos
permitido que termine su legislatura. El calendario del PP ha pasado lo más
difícil. Llegan las elecciones y las medidas se suavizan. La garra que aprieta se pone un guante y afloja
conformándose en sujetar y no llegando a extrangular. Ahora nos vienen con la
idea de que determinados partidos políticos han nacido para vengar las ofensas
que, como ciudadanos, no hemos sido capaces de resarcir. Pero es tarde, la
primera batalla ya la han ganado: el gobierno terminará su legislatura. La lucha
social no ha sido suficientemente fuerte. A ello, reitero, ha ayudado la idea
de los partidos vengadores pidiendo la delegación y el voto como pago a sus
futuras justicias.
La
meta de las urnas, la campaña, el nacimiento de partidos son acaso las pavesas de
lo que hace apenas un año era un verdadero incendio social. La injusticia en
armas. Una nueva experiencia en la que se nos pide, se nos instruye a la
pasividad, a nuestro regreso como espectadores. Si para los ríos, que se
desbordan y reclaman como cauce propio y natural terrenos aledaños, se fabrican
presas y diques; para las clases populares, capaces de revueltas y luchas, se
crean parlamentos y plenos para que no actuen.
Parece
que una vez más todo se ha conjurado para la quietud y el beneficio. Se ha
soltado lo justo y se ha permitido lo necesario para que el descontento social
quede contenido en la esperanza de los partidos de nuevo envase. La historia,
péndulo de nuestro tiempo, se repite con un Rajoy que termina su candidatura,
como un Franco que murió en la cama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario