por Rufino Hernández
En cuanto salió por las ondas, se hizo un sitio en el léxico de casi
todos los españoles. La palabra “empoderar” ha sido actualizada y lanzada al
estrellato por los que dicen ser actores de la nueva política, aunque
rápidamente asumida por todos los partidos políticos: los unos, por ponerse al
día, en lo que a vocabulario se refiere, y los otros, por un simple lavado de
cara.
Por “empoderar” se entiende: ser parte del poder, asentar el poder en la
ciudadanía, en cada uno de sus ciudadanos, dar al ciudadano herramientas para
que éste actúe de forma responsable ante sí mismo, ante los asuntos comunes de
la ciudad, del estado…
En donde este vocablo ha tenido una importante fortuna, ha sido en los
nuevos movimientos feministas y populares de barrios y ciudades. Este activismo
ciudadano consiguió su auto-fortalecimiento, comprobando desde la calle, la necesidad
de la descentralización de las políticas, que se han de realizar desde la base, desde y con los vecinos,
con los de a pie.
En Burgos, esta experiencia y este predicamento han tenido un alto grado
de penetración. Han representado esa idea-fuerza que empujó a las luchas de
Gamonal, las de la plaza de toros, las de la PAH , las de diferentes mareas y, más tarde, la
que forzó, con sus tiras y aflojas, el crear esa unidad de acción ciudadana que
representa Imagina Burgos, de cuyo éxito en las elecciones municipales y
funcionamiento diario en el actual Ayuntamiento todos estamos orgullosos.
Por una vez se consiguió la unidad popular. Todo rezumaba alegría y
satisfacción. Todos nos cruzábamos miradas cómplices, miradas que hablaban de
resultados, de valoración de esfuerzos; Todos pensábamos que habíamos llegado
al punto definitivo: otra forma de entender la actividad ciudadana, la
actividad política; hasta los que nos sentimos curtidos por los años y las
derrotas de tantas batallas de la vida, caímos en esta ingenuidad.
Han tenido que llegar otras elecciones, para que todos esos que lanzaron
la palabra “contrapoder”, olvidasen este concepto y antepusieran sus intereses
personales o de grupo; para que otros que, desde la base, también manosearon la
palabra tantas veces mencionada, enseguida demostraran la fragilidad de sus
convicciones, enseguida se desdijeron, se bajaron pantalones y faldas ante las
órdenes que venían de las cúpulas madrileñas, consecuencia: se rompió la unidad
de acción, la confluencia.
Pero no son tiempos de pesimismo, no nos lo podemos permitir, no podemos
caer en esa tentación. Son tiempos de levantarse, de curarse las heridas
solidariamente y volcarse en la nueva faena, en la nueva realidad.
Nos queda Imagina como punto unitario, con un trabajo importante y con
una proyección indiscutible, de nosotros depende, y así los vecinos lo exigen.
Un lugar trasformador al que hay que cuidar, alimentar, engrandecer y, porqué
no decirlo: también querer, por tanto, también debemos estar atentos a posibles
tentaciones ambiciosas que intenten apropiarse de este colectivo.
Hay que seguir andando el camino, tenemos por delante el día a día de
nuestros vecinos, de nuestros barrios, de nuestra ciudad y, tenemos también el
Ayuntamiento, concebido éste, como herramienta para la transformación, social.
Este día a día seguirá siendo igual tras la
fecha del 20 D.
Tras las elecciones aparecerán de nuevo los mismos
problemas, las mismas injusticias, las mismas desigualdades, y, por lo tanto,
con la misma necesidad del trabajo en común, para ello, tendremos un hecho
positivo: Nos habremos dado un golpe tan fuerte contra el muro, que se nos
romperá y caerá la venda que nos tapa los ojos, bueno, si es que queremos
seguir viendo.
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