Rufino Hernández
Las
calles de Burgos aparecieron empapeladas con carteles de la mejor
calidad y con sus balcones engalanados con banderolas que, sobre los
colores del escudo de la ciudad, estaba impresa la leyenda: "Burgos
exige respeto y futuro".
En la calle Victoria, a la altura de la Antigua, con esta misma leyenda
se
desplegó una enorme pancarta que, presidiendo una festiva comitiva,
recorrió la principal arteria de la ciudad, terminando en la plaza de
San Fernando, frente a los picachos de la catedral.
El
cortejo estaba compuesto por miles de personas, entre las que se podía
distinguir al alcalde en funciones, Daniel de la Rosa, a lo más granado
de la extrema y derecha burgalesa, a personas del poder económico y,
aunque parezca incomprensible e inexplicable, a los líderes de los
sindicatos CCOO y UGT, a muchos trabajadores de buena voluntad que,
siguiendo eslóganes y consignas, en las que muchos estamos de
acuerdo, no supieron ver los intereses que se escondían detrás de las
pancartas, carteles y banderolas.
La
manifestación estaba convocada por la desconocida "Plataforma Cívica
por las Infraestructuras de Burgos", en la que están integradas muchas
otras asociaciones, entre las que destaca la Cámara de Comercio de
Burgos, que preside el constructor y excarcelario Méndez Pozo.
Por
los comunicados que emitió esta plataforma, días antes de que esta
riada humana, en que se convirtió esta pancartada burgalesa, y por los
eslóganes que de ella emanaron, era la falta de estructuras en Burgos,
la necesidad de construir el corredor mediterráneo, la recuperación del
tren en directo, el eje Madrid- Valladolid- Burgos, las razones que
movilizaron a tantos burgaleses y burgalesas, al tiempo que culpaban de
estas carencias al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Si
miramos hacia atrás y observamos el abandono de estas infraestructuras
por los anteriores gobiernos, las desgana e inacción de las últimas
legislaturas encabezadas por M. Rajoy, si consideramos que la fecha en
que se hace la manifestación, 26 días antes de que comience la próxima
campaña electoral, si consideramos los miles de euros invertidos en
publicidad para promocionar la manifestación, si consideramos la
cantidad de rostros conocidos que, ufanos ellos y ellas exponían su
mejor sonrisa ante las cámaras de los fotógrafos, si consideramos la
forma emocional con que se reclamaban esas estructuras y considerando
que estas son las mismas que esos anteriores gobiernos no quisieron o no
supieron realizar, si hoy sumamos todas esas circunstancias,
llegaremos a la conclusión que el multitudinario evento ha sido el
comienzo de la campaña electoral de la derechas y un barniz para ocultar
las responsabilidades incumplidas por los mismos promotores de esta
protesta.
Esta panfletada
del día 13 de junio, organizada por la derecha, extrema derecha y por
el poder económico, me lleva al recuerdo de las manifestaciones que
sirvieron de cauce para llevar la estación del tren a su actual
ubicación, Rosa de Lima. Me recuerda aquellos miles de bien
intencionados burgaleses que no supieron ver los negocios que se
escondían detrás de aquellas pancartas, y la pérdida del servicio
ferroviario que se estaba ocasionando a Burgos.
Aquellos
acriticos manifestantes, hoy podrán observar la falsedad de aquellas
promesas, podrán comprobar que los beneficiarios, son los mismos que hoy
convocan la manifestación del día 13, y que les mueven las mismas
intenciones, llenar sus carteras y conseguir fructíferos escaños.
Lo
mismo ocurrió con la construcción del HUBU. Este pueblo de Burgos que
fue movilizado y utilizado por los mismos agentes e intereses, hoy se
lamentan del desmesurado coste económico que ha sufrido la construcción
del hospital, tres veces más que con una gestión pública; se quejan de
sus largos pasillos, de la necesidad de utilizar un ascensor para
llegar a la planta cero; del precio de los aparcamientos, de sus
constantes averías, del abandono del divino Vallés, mientras se potencia
el hospital privado, San Juan de Dios y se derivan pacientes a otros
hospitales privados.
Nos
debiera preocupar la desmemoria de los burgaleses, la ausencia de un
pensamiento crítico que ponga freno a los especuladores y favorezca a
Burgos, convirtiéndole en una ciudad al servicio de los vecinos, no al
de los especuladores.
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