martes, junio 20, 2023

LOS CREADORES DEL PROBLEMA SE EXHIBEN COMO LOS SALVADORES DE SUS PROPIAS INIQUIDADES

Rufino Hernández


Las calles de Burgos aparecieron empapeladas con carteles de la mejor calidad y con sus balcones engalanados con banderolas que, sobre los colores del escudo de la ciudad, estaba impresa la leyenda: "Burgos exige respeto y futuro".

En la calle Victoria, a la altura de la Antigua, con esta misma leyenda 
se desplegó una enorme pancarta que,  presidiendo una festiva comitiva, recorrió la principal arteria de la ciudad,  terminando en la plaza de San Fernando, frente a los picachos de la catedral.

El cortejo estaba compuesto por miles de personas, entre las que se podía distinguir al alcalde en funciones, Daniel de la Rosa, a lo más granado de la extrema y derecha burgalesa, a personas del poder económico y, aunque parezca incomprensible e inexplicable, a los líderes de los sindicatos CCOO y UGT, a  muchos trabajadores de buena voluntad que, siguiendo eslóganes y  consignas, en las que muchos    estamos de acuerdo, no supieron ver los intereses que se escondían detrás de las pancartas, carteles y banderolas.

La manifestación estaba convocada por la desconocida "Plataforma Cívica por las Infraestructuras de Burgos", en la que están integradas muchas otras asociaciones, entre las que destaca la  Cámara de Comercio de Burgos, que preside el constructor y excarcelario Méndez Pozo.

Por los comunicados que emitió esta plataforma, días antes de que esta riada humana, en que se convirtió esta pancartada burgalesa, y por los eslóganes que de ella emanaron, era la falta de estructuras en  Burgos, la necesidad de construir el corredor mediterráneo, la recuperación del tren en directo, el eje Madrid- Valladolid- Burgos, las razones que movilizaron a tantos burgaleses y burgalesas, al tiempo que culpaban de estas carencias al presidente del Gobierno,  Pedro Sánchez.

Si miramos hacia atrás y observamos el abandono de estas infraestructuras por los  anteriores gobiernos, las desgana e inacción de las últimas legislaturas encabezadas por M. Rajoy, si consideramos que la fecha en  que se hace la manifestación,   26 días antes de que comience la próxima campaña electoral, si consideramos los miles de euros invertidos en publicidad para promocionar la manifestación, si consideramos la cantidad de rostros conocidos que, ufanos ellos y ellas exponían su mejor sonrisa ante las cámaras de los fotógrafos, si consideramos la forma emocional con que se reclamaban esas estructuras y considerando que estas son las mismas que esos anteriores gobiernos no quisieron o no supieron realizar, si hoy sumamos todas esas circunstancias,  llegaremos a la conclusión que  el multitudinario evento ha sido el comienzo de la campaña electoral de la derechas y un barniz para ocultar las responsabilidades incumplidas por los mismos promotores de esta protesta.

Esta panfletada del día 13 de junio, organizada por la derecha, extrema derecha y por el poder económico, me lleva al recuerdo de las manifestaciones que sirvieron de cauce para llevar la estación del tren a su  actual ubicación, Rosa de Lima. Me recuerda  aquellos miles de bien intencionados  burgaleses que no supieron ver los negocios que se escondían detrás de aquellas pancartas, y la pérdida del servicio ferroviario que se estaba ocasionando a Burgos. 
Aquellos acriticos manifestantes, hoy podrán observar la falsedad de  aquellas  promesas, podrán comprobar que los beneficiarios, son los mismos que hoy convocan la  manifestación del día 13, y que les mueven las  mismas intenciones, llenar sus carteras y conseguir fructíferos  escaños.

Lo mismo ocurrió con la construcción del HUBU. Este pueblo de Burgos que fue movilizado y utilizado por los mismos agentes e intereses, hoy se lamentan del desmesurado coste económico que ha sufrido la construcción del hospital,  tres veces más que  con una gestión pública; se quejan de sus largos pasillos, de la necesidad de utilizar un ascensor para llegar a la planta cero; del precio de los aparcamientos, de sus constantes averías, del abandono del divino Vallés, mientras se potencia el hospital privado, San Juan de Dios y se derivan  pacientes a otros hospitales privados.

Nos debiera preocupar la desmemoria de los burgaleses,  la ausencia de un pensamiento crítico que ponga freno a los especuladores y  favorezca a Burgos, convirtiéndole  en una ciudad al servicio de los vecinos, no al de los especuladores.

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