por LA MORADA
Hace unos años,
escribe Teresa Mollá, leí una magnífica entrevista que se le hizo a Pedro Zerolo, el Concejal
Socialista de Madrid. Hoy, casi diez años la he releído y veo que las cosas han
cambiado poco una vez que se modificó el Código Civil para hacer posibles los
matrimonios igualitarios y la adopción de criaturas por parte de parejas del
mismo sexo. Me entristece doblemente. Por una parte, por la humana, por el
cáncer que sufre este hombre al que admiro profundamente y por otra y como
militante de los derechos humanos de todas las personas por ver lo poco, lo
poquísimo que hemos avanzado en igualdad con respecto a los mal llamados
“colectivos minoritarios”. Y digo mal llamados porque tenemos la costumbre de
etiquetar, diferenciar, separar y esto son prácticas contrarias a la IGUALDAD
así, con mayúsculas.
Con la conmemoración-celebración de las
diferentes jornadas del llamado “Orgullo Gay”, que es mucho más que los desfiles en preciosas
y coloridas carrozas, ha habido mucha
gente, hombres y mujeres, que se han dejado la vida luchando por reivindicar
su
condición de personas homosexuales, bisexuales o transexuales. Pero como
consecuencia de los discursos homofóbicos de mucha gente, sobretodo de los
señores de faldas largas y negras, socialmente siguen estando estigmatizados.
El discurso de la heterosexualidad
impuesta y no cuestionada (o heteronormatividad como alguna gente también lo
llama) es un mandato patriarcal que se ha encargado de crear todo un espacio
simbólico en que personas que viven su amor y su sexualidad de forma diferente
han quedado absolutamente excluidas. Al quedar marginadas de ese espacio a
algunas las ha llevado a situaciones de infelicidad si no han sabido
reconstruirse y reafirmarse como personas libres para amar y convivir con
quienes deseen y como lo deseen.
La diferenciación, marginación,
desigualdad, etc. sigue presente hoy en día en todos los ámbitos de la
sociedad. Así nos encontramos con que en los centros escolares de secundaria el
alumnado se encuentra con verdaderos acosos por su orientación sexual sin que
el profesorado sepa muy bien cómo actuar puesto que tampoco nadie se ha
preocupado por formarles en esta materia. Y esas personas jóvenes sufren la
soledad de su acoso sin que se tomen medidas específicas y diferenciadas en el
centro para proteger su libertad en su orientación sexual.
Según Amnistía
Internacional “Toda persona debe poder disfrutar de todos los
derechos humanos consagrados en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y
sin embargo, millones de personas de todo el mundo se enfrentan a la ejecución,
el encarcelamiento, la tortura, la violencia y la discriminación por su
orientación sexual o identidad de género. La variedad de abusos es ilimitada:
- mujeres violadas para “curarlas” de su lesbianismo, a veces a
instancias de sus progenitores;
- personas procesadas porque sus relaciones privadas mantenidas de mutuo
acuerdo se consideran un peligro social;
- pérdida de la custodia de los hijos e hijas;
- palizas de la policía;
- agresiones y a veces homicidios en la calle (“crímenes de odio”);
- insultos frecuentes;
- acoso escolar;
- denegación de empleo, domicilio o servicios de salud;
- denegación de asilo a personas que han conseguido escapar de abusos;
- violación y otras torturas bajo custodia;
- amenaza por hacer campaña en favor de sus derechos humanos;
- incitación al suicidio;
- ejecución estatal.
Los abusos contra los derechos humanos basados en la orientación sexual
o en la identidad de género incluyen la violación de los derechos del menor, la
imposición de tortura y trato cruel, inhumano y degradante, la detención
arbitraria por motivos de identidad o creencia, y la restricción de la libertad
de asociación y de los derechos básicos al debido proceso.”
Cuando lo he leído he sentido punzadas
de dolor en el corazón por pensar en todo el sufrimiento de esas personas que
lo único que pretenden es amar libremente a quien les corresponda más allá de
si son o no de su mismo sexo. AMAR EN LIBERTAD, ¿tan difícil de entender resulta?.
La diferencia nos enriquece como
sociedad. La diferencia en sí misma permite la No Uniformidad. La diversidad
permite enriquecernos, nos da calidad democrática, nos permite discusiones
sanas sobre temas muy diversos, etc.
Pero lo que no ha de permitirse es
confundir diferencias con desigualdades que es lo que nos han inculcado desde
la más tierna infancia basándose en el hombre blanco y heterosexual como modelo
en el que fijar la teórica normalidad y modelo sobre el que construir los
modelos simbólicos imperantes. El resto de la población es decir mujeres,
hombres de otras razas, personas homosexuales, bisexuales o transexuales se han
dado en llamar “colectivos” e incluso “colectivos minoritarios” cuando en
realidad ni son colectivos, ni mucho menos minoritarios. Pero los intereses de
los de siempre, de los que pretenden uniformidad a toda costa, obediencia
debida, pensamiento único, disciplina, reivindicar conceptos como “pecado” o
“culpa” para seguirlos implantando en las conciencias personales y colectivas,
no entienden de riquezas en la diversidad del conjunto de personas que
conformamos el mundo y les resulta mucho más cómodo criminalizarlas.
Cada día hemos de practicar, exigir y
exigirnos el orgullo de la diferencia que suma y enriquece y sacar de nuestras
vidas cualquier atisbo de posicionamientos desiguales con otras personas que no
sienten como “dios manda” o dicho en román paladino, que no sean hombres,
blancos y heterosexuales convencidos.
No podemos perder de vista el trabajo
que sigue pendiente a la hora de ayudar a nuestra juventud y, al igual que la
formación del profesorado es una asignatura pendiente, tampoco hemos de olvidar
el papel de las familias de cualquier tipo en el desarrollo de esas personas y
en su crecimiento, sea cual sea su orientación sexual. Seguimos suspendiendo en
esa asignatura como sociedad. Y hemos de pensar en la felicidad de esas
personas que descubren su teórica diferencia ya ayudarlas a normalizarla con
mensajes incluyentes y normalizadotes.
De ahí que la celebración-conmemoración
del Día del Orgullo Gay, que en realidad es el día de las personas lesbianas, gays,
transexuales y bisexuales, el día de su visibilización y el día en que
recuerdan al resto a de la sociedad que siguen ahí. Que sus reivindicaciones
legítimas no han sido atendidas. Que siguen sufriendo no sólo desigualdades,
también desprecios, discriminaciones múltiples y amenazas. Por no hablar de
penas incluso de muerte en algunos países del mundo.
De mismo modo que no se puede entender
una democracia plena sin la participación de la mitad de la población que somos
las mujeres, tampoco podemos entender la democracia completa sin la suma de
todas las diferencias y diversidades que conforman las sociedades. De ahí que
sea no sólo importante, sino imprescindible sentir orgullo por las diferencias
que siempre suman y aportan riqueza a las diferentes comunidades.
Desde aquí mi más sincero respeto y
admiración para todas las personas que luchan cada día por desentrañar esos
atentados a la democracia que suponen las discriminaciones por motivo de
orientación sexual, a todas las personas que cada día practican la amplitud de
miras y trabajan sensibilizando en cualquier ámbito para que la sociedad se enriquezca
con las aportaciones de todas las personas, más allá del patrón impuesto y de
la heterosexualidad o heteronormatividad que pretenden sea la única vía de amar
y, por tanto, de ser felices en el plano sentimental.
Seguramente serán necesarias muchas más
conmemoraciones del Día del Orgullo Gay, pero que nadie se olvide que también
es el Día del Orgullo de la Diferencia que suma y siempre enriquece y allá
estaremos quienes creemos firmemente en esa riqueza de la diferencia.
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