por el CSR-Gamonal
Otro
escándalo protagonizado por esta entidad, más grave por las consecuencias que
originó a decenas de personas, fue el acoso inmobiliario al que sometió a los
inquilinos/as de las viviendas “sociales” de la Calle Manuel de la Cuesta, ya
que quienes las habitaban disfrutaban de un alquiler bajo, de renta antigua,
que la Caja no podía incrementar unilateralmente.
Eran los
años, ya los últimos aunque casi nadie quería saberlo, de la fiesta
inmobiliaria y de la orgía crediticia. Por ello, como dicen los cínicos de la
guerra, todo parecía valer en la lógica de la acumulación de rentas tras su
extracción al siguiente en el eslabón. En este caso la estrategia previsible de
los directivos de la entidad no podía ser otra que el derribo de los hogares y
la reinstalación forzosa de los damnificados, muchos de ellos de avanzada edad,
en otras viviendas con alquileres notoriamente mayores.
A
sabiendas de la oposición que se iban a encontrar, comienzan a desarrollar una serie de
actuaciones encaminadas al deterioro progresivo e intencionado de los edificios
desde el año 2007, con el fin de que sean declarados en ruina y que los
inquilinos/as no tengan más remedio que abandonarlos. Un claro ejemplo de
gentrificación de la que se habla en las grandes ciudades como Madrid o
Barcelona pero que parece pasar desapercibida cuando ocurre y ha ocurrido en
nuestra propia ciudad y que también se ha reproducido en ciertas áreas de
nuestro centro histórico muy apetecibles por la entrada de ayudas económicas e
inversión pública. Podemos recordar el derribo de un bloque de viviendas en la
Plaza Vega, que perjudicó irremisiblemente a una familia propietaria, a los
dueños de una pensión y a personas que vivían en régimen de alquiler;
actualmente es un solar vacío.
Los
habitantes de esta barriada denunciaron que Caja de Burgos no realizaba las
reparaciones que demandaban, sino que se encargaba de producir más daños
deliberadamente. Tapiaba además las viviendas que paulatinamente iban quedando
vacías con el fin de impedir que otras personas pudieran vivir en ellas,
después de producir más destrozos en su interior. Finalmente, pese a las
protestas, movilizaciones y solidaridad de numerosas personas, el ayuntamiento
permitió a Caja Burgos derribar esta barriada en 2010, dejando a muchas familias
y gentes mayores sin vivienda social; algunas no tuvieron más remedio que
aceptar ser realojadas en otras viviendas más caras; otras se negaron y
abandonaron definitivamente toda relación con la caja…
Hoy día el
solar es una herida más en el devastado cuerpo de la ciudad, una tierra en la que habitaba vida y ahora no es más que
un yermo a la espera de nuevos vientos que conviertan las piedras y las hierbas
en negocio.
Otro
escándalo, relacionado con el anterior, es la compra del antiguo mercado de
abastos de la Plaza San Bruno. Con la especulación urbanística como directriz,
la Caja de Burgos paga a la empresa Arranz Acinas una cantidad de dinero que
jamás podrá recuperar. De nuevo un mal negocio, pues no consiguen, si quiera,
su reventa. ¿Cómo se deshace de este problema? Pues, como ya parece una
práctica habitual, con la complicidad del Ayuntamiento. Éste permite a la Caja
edificar más alturas en las futuras viviendas de Manuel de la Cuesta, por lo
que si finalmente termina la construcción (hoy paralizada) y consigue vender o
alquilar más viviendas en esa barriada podrá al menos hacer caja y recuperar su
frustrada inversión en el mercado.
También es
necesario explicar que, tras el derribo de la plaza San Bruno, una nueva herida
se abre en una ciudad que supura caciquismo e impunidad en la misma proporción,
y ésta queda cinco años abandonada, convertida en una explanada de gravilla.
Sólo ahora, en época electoral, el Ayuntamiento ha decidido rehabilitarla; eso
sí, sin someter su actuación al diálogo franco y la participación efectiva del
vecindario. ¡Faltaría más!
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