lunes, junio 13, 2016

DE COMPRAS EN EL MERCADO NORTE

por Rufino Hernández

HOY ES IMPORTANTÍSIMO DETENER EL DERRIBO DEL MERCADO NORTE, DE ENCAUZAR, DE UTILIZAR NUESTRA CAPACIDAD DE CONSUMO, SI QUEREMOS SUPERAR EL CONSUMISMO QUE NOS CONSUME

Me acerqué al Mercado Norte. Banderolas, guirnaldas, grandes cartelones adornaban este centro comercial, hasta bicicletas en exposición, parecía un día de fiesta, incluso la luz resplandecía con más intensidad; después me dijeron que estaban de aniversario: cincuenta años de su inauguración y que las bicicletas estaban allí para ser sorteadas entre sus clientes.
    Antes de la aclaración de estos motivos, mi primer pensamiento fue: David contra Goliat, el pequeño comercio se ha enfrentado a su propio futuro, comienza a usar la honda contra las grandes superficies comerciales, contra los especuladores que les amenazan con el derribo, contra el Ayuntamiento del PP, que son los gestores de estas ambiciones, y contra el grupo municipal del PSOE que, de forma más sibilina, apoya las mismas medidas.
   No era así, no habían cogido la onda, al contrario, los comerciantes se mostraban un tanto relajados, ya que en estas últimas semanas han desaparecido las presiones y las amenazas, y es que, en estos momentos, y ante los posibles cambios que puede traer la actual campaña electoral, el poder político y económico están coincidiendo una vez más, dándose una pequeña tregua en su estrategia, no sea que en este viaje puedan perder algún voto, y con ello, su negocio, su chollo; hasta su prensa afín ha dejado de publicar noticias de este centro comercial.
   Con el derribo del Mercado Norte, no solamente está en juego los puestos de trabajo de los comerciantes en él establecidos, sino que es un peldaño más en el camino de poner toda la distribución alimenticia en manos de las grandes superficies.
   Estas grandes superficies comerciales son mucho más que empresas de distribución, son también centros financieros de acumulación de capital, ya que, abusando de su potencia, pagan a sus proveedores con una demora de cuatro y hasta seis meses, consiguiendo acumular una enorme cantidad de capital a coste cero. Por otra parte, estos centros, al controlar los productos que comercializan desde su origen, imponen precios, calidades, cantidades mínimas y presentación de los productos, lo que impide al pequeño y mediano agricultor la venta de sus productos, acabando de esta manera con el consumo de proximidad.
   Por encima de estas características, la peculiaridad más importante de estas estructuras comerciales es, sin duda, la creación constante de nuevas necesidades de consumo entre sus clientes y convertirnos a todos, de esta manera, en consumistas.
   Como ustedes habrán observado, cuando desde el mundo de la economía se dirigen a un país, no hablan del número de habitantes que este país tiene, sino de la cantidad de consumidores que le pueblan; este es el concepto que no solamente el poder económico y financiero tienen de los ciudadanos, sino también el poder político que lo gestiona.
    En consecuencia de lo anteriormente expuesto, es evidente que vivimos en una sociedad basada en el consumismo, y que este consumismo está controlado por el gran capital nacional e internacional a través de estas cadenas de centros comerciales, lo que supone un tremendo problema, una terrible amenaza a la autonomía de un país, ya que el Estado y el Gobierno de la nación quedan controlados y mediatizados por el sistema económico reinante.
   Dando un paso más a este análisis, al plantearnos una salida a esta situación de indefensión en que nos encontramos, es necesario reconducir, es obligado organizar nuestra capacidad de consumo, si es que queremos liberarnos de un consumismo que nos consume, de un sistema económico que nos oprime, de unos partidos políticos que hoy, son sus portavoces y gestores.
   Esta respuesta no puede ser individual, sino colectiva, una respuesta que ha de pasar por exigir cauces de participación en el Ayuntamiento, desde donde poder plantear los temas que afecten al consumo y la distribución, por fomentar asociaciones populares de consumidores, desde las cuales exigir mayor calidad, cercanía de origen, y precios justos de los productos que consumimos.

   Todas estas propuestas, y con el riesgo de ser repetitivo, han de comenzar por una oposición firme a los intereses egoístas, a las maniobras ocultas dirigidas al DERRIBO DEL MERCADO NORTE.


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