por Rufino Hernández
HOY ES IMPORTANTÍSIMO DETENER EL DERRIBO DEL MERCADO NORTE, DE ENCAUZAR, DE
UTILIZAR NUESTRA CAPACIDAD DE CONSUMO, SI QUEREMOS SUPERAR EL CONSUMISMO QUE
NOS CONSUME
Me acerqué al Mercado Norte. Banderolas, guirnaldas, grandes cartelones
adornaban este centro comercial, hasta bicicletas en exposición, parecía un día
de fiesta, incluso la luz resplandecía con más intensidad; después me dijeron
que estaban de aniversario: cincuenta años de su inauguración y que las
bicicletas estaban allí para ser sorteadas entre sus clientes.
Antes de la aclaración de estos motivos, mi primer
pensamiento fue: David contra Goliat, el pequeño comercio se ha enfrentado a su
propio futuro, comienza a usar la honda contra las grandes superficies
comerciales, contra los especuladores que les amenazan con el derribo, contra
el Ayuntamiento del PP, que son los gestores de estas ambiciones, y contra el
grupo municipal del PSOE que, de forma más sibilina, apoya las mismas medidas.
No era así, no habían cogido la onda, al contrario, los
comerciantes se mostraban un tanto relajados, ya que en estas últimas semanas
han desaparecido las presiones y las amenazas, y es que, en estos momentos, y
ante los posibles cambios que puede traer la actual campaña electoral, el poder
político y económico están coincidiendo una vez más, dándose una pequeña tregua
en su estrategia, no sea que en este viaje puedan perder algún voto, y con
ello, su negocio, su chollo; hasta su prensa afín ha dejado de publicar
noticias de este centro comercial.
Con el derribo del Mercado Norte, no solamente está en juego
los puestos de trabajo de los comerciantes en él establecidos, sino que es un
peldaño más en el camino de poner toda la distribución alimenticia en manos de
las grandes superficies.
Estas grandes superficies comerciales son mucho más que
empresas de distribución, son también centros financieros de acumulación de
capital, ya que, abusando de su potencia, pagan a sus proveedores con una
demora de cuatro y hasta seis meses, consiguiendo acumular una enorme cantidad
de capital a coste cero. Por otra parte, estos centros, al controlar los
productos que comercializan desde su origen, imponen precios, calidades, cantidades
mínimas y presentación de los productos, lo que impide al pequeño y mediano
agricultor la venta de sus productos, acabando de esta manera con el consumo de
proximidad.
Por encima de estas características, la peculiaridad más
importante de estas estructuras comerciales es, sin duda, la creación constante
de nuevas necesidades de consumo entre sus clientes y convertirnos a todos, de
esta manera, en consumistas.
Como ustedes habrán observado, cuando desde el mundo de la
economía se dirigen a un país, no hablan del número de habitantes que este país
tiene, sino de la cantidad de consumidores que le pueblan; este es el concepto
que no solamente el poder económico y financiero tienen de los ciudadanos, sino
también el poder político que lo gestiona.
En consecuencia de lo anteriormente expuesto, es
evidente que vivimos en una sociedad basada en el consumismo, y que este
consumismo está controlado por el gran capital nacional e internacional a
través de estas cadenas de centros comerciales, lo que supone un tremendo
problema, una terrible amenaza a la autonomía de un país, ya que el Estado y el
Gobierno de la nación quedan controlados y mediatizados por el sistema
económico reinante.
Dando un paso más a este análisis, al plantearnos una salida a
esta situación de indefensión en que nos encontramos, es necesario reconducir,
es obligado organizar nuestra capacidad de consumo, si es que queremos
liberarnos de un consumismo que nos consume, de un sistema económico que nos
oprime, de unos partidos políticos que hoy, son sus portavoces y gestores.
Esta respuesta no puede ser individual, sino colectiva, una
respuesta que ha de pasar por exigir cauces de participación en el
Ayuntamiento, desde donde poder plantear los temas que afecten al consumo y la distribución,
por fomentar asociaciones populares de consumidores, desde las cuales exigir
mayor calidad, cercanía de origen, y precios justos de los productos que
consumimos.
Todas estas propuestas, y con el riesgo de ser repetitivo, han
de comenzar por una oposición firme a los intereses egoístas, a las maniobras
ocultas dirigidas al DERRIBO DEL MERCADO NORTE.
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