por CSR-Gamonal

Además, en los últimos años,
numerosos escándalos y algunos procesos judiciales han evidenciado que algunos
individuos, legal o ilegalmente, amasaban inmensas retribuciones (en salarios
múltiples y grandes comisiones) o se concedían créditos a sí mismos, que no
tenían por costumbre devolver.
Comencemos por una pareja conocida
en Burgos: el exconcejal y flamante nuevo procurador del Partido Popular Ángel Ibáñez y el exrector de la UBU José María Leal. Estos dos prohombres
forjaron su relación en la década de los 90, cuando el primero estudiaba en la
universidad y el segundo aspiraba a dominarla. Ángel Ibáñez, apodado “el bufón
del rector” por una organización estudiantil, se dedicaba a maniobrar desde el
CAUBU y a través de las publicaciones de la universidad para favorecer la
posición del entonces candidato a rector. Su alianza era pública y notoria, y
numerosas asociaciones de estudiantes denunciaron cómo Ibáñez, ya en Nuevas
Generaciones, daba un “golpe de estado” en las elecciones al Claustro
Universitario impidiendo la participación plena del alumnado.
Al mismo tiempo se dedicaba a
criticar y criminalizar a cualquier grupo de estudiantes que planteara
reivindicaciones y criticara al rector, ya fuera por demandar las prácticas en
Magisterio o por exigir profesores en la Escuela Politécnica Superior, por
poner dos ejemplos. Para muchos era evidente que Javier Lacalle, entonces
secretario general de NNGG, era quien asesoraba a Ibáñez.
¿Agradeció José María Leal este
apoyo incondicional en todos los conflictos? Por supuesto: el mayor de sus
favores colocar a Ibáñez al frente del Servicio de Empleo de la UBU. Allí se
ganó a pulso su apodo de “lamparillas”, porque cuando llegaba a su despacho
encendía la luz; después salía y volvía al final de su jornada para apagarla.
Desde luego, era evidente que no
cumplía una jornada laboral “estándar”, porque este superhombre llegó a ocupar
simultáneamente otros dos cargos: el de concejal y el de directivo de Caja
Burgos. Aunque claro, en vista de las circunstancias también es difícil saber
si podía cumplirla en cualquiera de las otras dos ocupaciones.
Cobraba unos 32.000
euros anuales de la UBU, aparte de sus retribuciones como concejal y jugosas
dietas de Caja Burgos, percibiendo además su salario como consejero.Tres buenos
sueldos, tres puestos de influencia para gestionar personal, tres lugares donde
ejercer el poder y tres posiciones para defender sus intereses y los del
Partido Popular.
¿Qué pasó
con José María Leal cuando finalizó su mandato como rector? Pues, como muchos
sabrán, fue “sorprendentemente” elegido presidente de la Fundación Caja Burgos,
con la intermediación de Ángel Ibáñez y Javier Lacalle, entre otros. Parece que
esta peculiar, aunque poco filantrópica, “cadena de favores” no tiene fin.
El escándalo
Arribas
Sin embargo, hasta la fecha el
escándalo más grave parece apuntar al conocido José María Arribas. Militante de
la antigua Alianza Popular que ocupó la presidencia de Caja Burgos en los años
80 y, posteriormente, del año 2003 al 2011. En esta última época concede
créditos a sus propias empresas por valor de 34 millones de euros, a un interés
privilegiado. Aunque nada se sabe de otros cuantos afortunados en menor medida,
ya que la prensa informó que estas operaciones suponían un 93% de los créditos
que los directivos se autoconcedieron, por lo que tenemos una cantidad
adjudicada de créditos por valor de 2,55 millones de euros de los que se
desconocen sus destinatarios.
En cualquier caso, José María
Arribas, en una clara posición de privilegio se concedió a sí mismo una serie
de créditos destinados supuestamente a hacer frente a las dificultades de
solvencia por las que atravesaban empresas comoIndustriasBasati SA, Tramitación de Residuos
SL e Industrias del Arlanzón, SA –Indasaque acabaron siendo presas de la
quiebra, dejando a muchas familias en la calle sin cobrar las
indemnizaciones que les correspondían. El paradero actual del dinero que
Arribas cogió de la caja sigue sin aclararse y no se sabe si el proceso
judicial abierto conseguirá encontrarlo.
Para terminar, además del lucro indebido, Arribas
utilizó a la Caja como suelen hacerlo los prohombres burgaleses. Consiguió que su hija adoptiva Eugenia Arribas
García fuera contratada para un buen puesto por Banca Cívica con destino en
Washington, en esa famosa sucursal inaugurada por Urdangarín y la infanta, que
nunca se llegó a abrir. Algunos medios hablan de otros familiares “enchufados”,
pero no se atreven a dar nombres
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