jueves, julio 15, 2021

¿QUÉ ESTÁ PASANDO?

 

Por LA MORADA

 Hace unos días se encontró el cuerpo sin vida de la mayor de las dos hermanas cuyo padre se llevó a finales de abril.  A mil metros bajo el mar, dentro de una bolsa de deporte y con un ancla convenientemente atada para impedir que flotara y, por tanto, ser encontrada. Se llamaba Olivia y tenía seis años. Ni su hermana de tan solo un año, ni su padre han aparecido todavía.

Pero lo que sí es bien seguro es que han dejado a una madre, Beatriz Zimmermann, muerta en vida por el terrible deseo de hacer daño del padre de sus hijas. Un malnacido asesino que no dudó en asestarle un golpe mortal asesinando a sus hijas y desapareciendo, dejándola muerta en vida. No me valen calificativos como celópata, caprichoso o violento. Todos y cada uno de ellos busca justificar al asesino. Todos y cada uno de ellos buscan ponerse de perfil para no acusar directamente al asesino.

Mientras los hombres no dejen de ponerse de perfil y no se sumen a la lucha contra el terrorismo machista no solo condenándolo sino también señalando a los asesinos y dejen los eufemismos que justifican estos asesinatos, el avance será mucho más lento.

No olvidemos el reciente caso de Canarias en donde, recién aprobada la ley que permite la autodeterminación de género y, en medio del juicio por el asesinato de Vanesa Santana, su asesino Jhonatan Robaina pidió cambiar su nombre por el de Lorena para así mejorar su situación procesal. El asesino, condenado a más de cuarenta años de cárcel por el asesinato y violación de Vanesa, de haber sido aceptada su petición de autodeterminación, podría haber cumplido su condena en una prisión de mujeres, con lo que ello conlleva para la seguridad de las mujeres privadas de libertad.

En el último mes y solo en el Estado Español han sido asesinadas una mujer cada tres días. No solo son terribles estos asesinatos, también lo es el dolor que dejan a familiares y amistades de cada una de ellas. Y sigue habiendo gentuza que niega que el origen de tanto dolor es haber nacido mujer y haber sufrido una socialización diferenciada para mayor gloria del patriarcado.

Negar el terrorismo machista que en los últimos dieciocho años ha matado a casi mil cien mujeres, es, sencillamente apostar por un feroz patriarcado para mantener privilegios.

Y después están las violencias institucionales como el caso de Juana Rivas que, por proteger a sus criaturas y no querer entregarlas a su maltratador, ha sido condenada por la justicia. Un sistema judicial profundamente patriarcal que cuestiona permanentemente la voz de las mujeres. O ¿Acaso se nos han olvidado sentencias como las de las mal llamadas manadas y que en realidad eran violaciones a una sola mujer por varios hombres?

La vida de las mujeres, como vemos, está considerada como de segundo orden y sus voces carecen de veracidad para alguna gente. Y eso es algo que hemos de cambiar como sociedad.

Hoy todas las mujeres comprometidas contra las violencias machistas de todo tipo incluida la vicaria, lloramos a Olivia y acompañamos en el dolor a su madre. Pero también lloramos a todas y cada una de las mujeres y criaturas asesinadas por quienes dijeron amarlas y tenían obligación de proteger a sus hijas e hijos.

Lamento no recordar la autoría de esta frase: “Nos están dejando pocas soluciones a las mujeres y las pocas que quedan, no les van a gustar”. Insisto, lamento no recordar quien la dijo, pero tiene toda la razón, quedan pocas y no les van a gustar.

Nos usan como recipientes para explotarnos reproductivamente y gestar para quienes quieren comprar criaturas. Nos tratan como ganado para explotarnos sexualmente para satisfacer deseos sexuales masculinos. Nos maltratan de miles de maneras en nuestras casas, por las calles, en los transportes públicos, en nuestros trabajos. Nos asesinan porque nos creen de su propiedad y así un largo etc. Y sigue habiendo gentuza que niega todo esto y más. O lo justifica con eufemismos que buscan eliminar la culpabilizarían del agresor machista.

Hoy siento mucha rabia y mucho dolor mientras escribo esto que me resulta tan doloroso. El viernes decidí no acudir a la concentración de mi ciudad porque sabía que no podría dejar de llorar. Rabia, dolor, impotencia, ansiedad y siempre la misma pregunta, ¿hasta cuándo va a durar esta pesadilla?

Me temo que va a durar mucho más que de lo que yo misma pueda durar. Y eso me entristece, pero al mismo tiempo me da fuerzas para seguir denunciando la asesina complicidad entre el patriarcado y el capitalismo que nos considera, a las mujeres, “cosas que se pueden usar y tirar”.

Olivia ya no está. Al igual que otras tantas Olivias. Vanesa tampoco está. Como tantas otras Vanesas. Y todas ellas tenían una vida propia que alguien cercano les arrebató sin ningún derecho y simplemente por creerlas de su propiedad y, por lo tanto, carentes de vida propia.

En realidad, y después de tantos años, he de admitir que no sé lo que está ocurriendo, pero lo que sí sé con total seguridad es que continuaré haciendo lo que esté en mi mano para prevenir y/o denunciar el terrorismo machista que nos asesina por haber nacido mujeres.

Dice el dicho que cuando el sabio señala la luna, el necio mira el dedo. Últimamente el asunto es más grave. Unos necios apuntan con el dedo y nosotros somos tan necios de mirar su dedo y adonde apuntan con él. Ceuta ha sido un buen ejemplo. Tenemos ante nuestros ojos la tragedia de la migración y del Sáhara, el drama de la pobreza y el hambre, la corrupción de Marruecos, la militarización de las fronteras, la hipocresía y vileza de Europa y de Mohamed VI, una dictadura violenta que recibe dinero europeo para que nos haga el trabajo sucio pero utiliza a la gente como arma y escudo, la muerte de un hombre intentando llegar a nado, el miedo de miles de adolescentes sin padres ni papeles, Ceuta convertida en la Ciudad de los Niños Perdidos, España deportando ilegalmente.

Tenemos el problema delante de las narices pero mirábamos el dedo acusador de Abascal llamando delincuentes e invasores a los migrantes y a Casado levantando el dedo a lo Capitán A Posteriori diciendo que él ya sabía lo que iba a pasar y el dedo de una agitadora ultra vomitando bilis por el abrazo de una voluntaria a un africano y el dedo de un presentador de tele echándole la culpa al ex Coletas (cómo no) y el dedo de los patriotas pidiendo tanques y el dedo de los tertulianos hablando de avalancha, de oleada, de marea como si los que emigran no fueran personas sino elementos o desastres naturales.

Incluso el presidente Sánchez fue a Ceuta a levantar el dedo para defender la soberanía nacional que nunca ha estado en peligro, pero no para defender los derechos humanos y la vida que sí lo están. No fue a preocuparse por los ceutíes, atajar la xenofobia y hacer frente a la ultraderecha. Tampoco levantó el dedo por la soberanía del Sáhara. Ni ha movido un dedo para afrontar el problema de la migración que arroja cadáveres a puñados en nuestras costas y los hunde en el fondo del mar. Tenemos un gobierno que se dice de izquierdas, pero sigue la dirección del dedo que marcan los necios de siempre. Los de enfrente. Los que dicen que la política se resuelve con más policía, que la migración se resuelve con militarización, los que apuntan al pobre para no apuntar a los ricos que hacen negocio millonario con la seguridad de las fronteras.

Ya sólo hablamos de Ceuta por Abascal que sigue intentando agitar el avispero. Ya sólo hablamos de Ceuta porque Casado ahora dice que tiene un máster en relaciones internacionales, especialidad en el régimen alauí. Los necios mediáticos y políticos están marcando el rumbo de la conversación con su dedo y lo estamos siguiendo. Están consiguiendo que hablemos de lo que ellos quieren, no de lo que debemos hablar. Han logrado que lo irrelevante y lo miserable nos desvíe de lo humano y de lo importante. Si continuamos por esta senda, vamos a un abismo. Si el abrazo de una voluntaria a un superviviente y el rescate de un bebé en el agua se han convertido en materia de debate es porque hemos dejado que la ultraderecha entre en el debate.

Pero sabemos mirar hacia donde procede. Lo hemos hecho cuando atacaban a Luna, la chica del abrazo, no sólo por racismo hacia el chico, también por machismo hacia ella. Lo hemos hecho cuando aplaudimos a los submarinistas que salvaron a la madre y su bebé. Lo han hecho los periodistas que han buscado a Abdou, el joven senegalés al que Luna abrazó, para contar quién es, que malvive en Marruecos, que es huérfano, que era albañil, pero intenta buscar algo mejor en Europa. Menos mal que hay muy buenos periodistas señalando hacia los lugares donde los necios no quieren que miremos. Menos mal que hay buena gente en Ceuta, Canarias, en todas partes, haciendo frente a los necios que levantan el dedo. Somos más, pero se nos oye menos. No hay que gritar como ellos, pero no hay que dejar que nos callen.

Cuando los necios levantan el dedo no lo hacen para señalar un problema, mucho menos una solución, tampoco para señalar la luna ni un buen camino, lo levantan para acusar y condenar, para apuntar y disparar, para agitarlo frente a tu cara, para blandirlo, para que mires para otro lado, para lanzar a unos contra otros, para metértelo en el ojo. Cuando el necio apunta con el dedo, el sabio mira para el lado contrario.

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