BISCUTER
Primero fue la crisis de las hipotecas y los bancos, después la pandemia y ahora la guerra. Esta triada diabólica nos ha traído un caos generalizado, en el que no hay hijo de vecino que se aclare. Así que he decidido escribir a nuestro amigo Virgilio, escríbeme a la tierra que yo te escribiré, con la confianza de que nos responda con una de sus odas en favor de los seres humanos, de la paz y de la utopía, ¡que buena falta nos hace!, en estos tiempos de tribulaciones.
Siendo fiel al espíritu pacifista que vio nacer nuestra amistad, te hablaré de lo urgente, de la maldita guerra que amenaza la paz mundial y de los canallas que la hacen. La guerra nunca soluciona nada, solo genera daño, dolor y muerte. Es una derrota de todos nosotros. En ella los poderosos deciden y los ciudadanos de a pie mueren. En el siglo XX hubo 163 guerras, que se cobraron más de 100 millones de vidas, de las cuales el 80% eran civiles. Bertrand Russel y Albert Einstein, en su famoso manifiesto de 1955, ya nos explicaron que la humanidad se encontraba ante una encrucijada: o renunciaba definitivamente a la guerra o podría sucumbir ante su propia capacidad de autodestrucción. Recordad vuestra humanidad y olvidad el resto, nos dijeron, y aunque nuestras sociedades tienen memoria de pez, bien está traerlo a colación.
Hannah Arendt escribió que preguntarse por las causas y los orígenes de los hechos es necesario para comprenderlos y que eso no tiene que ver en absoluto con justificar los mismos. Por eso creo que es imprescindible preguntarnos por qué esta guerra de Ucrania, cómo ha sido posible, sobre todo cuando los grandes medios de comunicación nos hablan de la guerra como si hubiera nacido por generación espontánea o hubiera llegado en un platillo volante, sin antecedentes ni causas, solo achacable a la locura de un Rasputín. Noam Chomsky considera la invasión de Ucrania una invasión semejante a la que hizo Bush junior en Irak o Hitler en Polonia, y por supuesto tan condenable como todas ellas. Pero en este caso ha sido la invasión más anunciada, más analizada y anticipada de la historia última de Europa. Kennan, Henry Kissinger, Jact F. Matlock y un largo etc., personajes muy vinculados con la política internacional y los servicios de inteligencia occidentales, han escrito hace décadas que el ingreso en la OTAN de Ucrania supondría una respuesta político-militar rusa. Tras la caída de la URSS, se perdió la oportunidad de crear un nuevo orden en Europa, que diese seguridad compartida a todo el Continente, incluida Rusia. En vez de proceder así, se incumplió la promesa hecha a Gorbachov de no extender la OTAN hacia el Este, junto a las fronteras de Rusia. También se perdió la oportunidad de favorecer la creación en estas tierras de regímenes democráticos. Por el contrario, los gobiernos y empresas occidentales propiciaron, en la era Yeltsin, la implantación de un capitalismo salvaje y mafioso, que supuso la depredación de sus abundantes recursos naturales, como ha dejado descrito Naomi Klein, en su famoso libro “La doctrina del shock”.
Como bien sabes Virgilio, Biscuter es un hombre que duda, pero a riesgo de que se me acuse de antiguo, pacifista, inmaduro o amigo del maligno, te diré que a mi esta guerra me parece una guerra de las de siempre, que enfrenta a las grandes potencias en su disputa por la hegemonía. Sin duda el responsable del inicio de la misma es Rusia, con su ocupación ilegitima de Ucrania, pero EEUU ve en ella la oportunidad de afianzar su poder mundial, sin perder de vista a su adversario principal que es China. Eso sí, el enfrentamiento entre las grandes potencias se hace por país intermedio, en este caso Ucrania, cuya población es víctima directa de esta atrocidad, poniendo los muert@s y los refugiad@s.
Putin tiene un largo historial ajeno a la democracia y al respeto de los derechos humanos. Recuerdo los comentarios que nos hiciste a propósito de la crisis de los rehenes en el teatro Dubrovka de Moscú, y la manera brutal y sanguinaria que tuvo el personaje de deshacerse de la cuestión. Acababa de llegar al poder. Su autoritarismo, la persecución de los disidentes, entre ellos los que se oponen a esta guerra, su nacionalismo exacerbado y su nostalgia de la Gran Rusia son algunas de sus señas de identidad. Pero no nos engañemos, en las guerras acaecidas al menos desde 1945, no hay que hablar de disputa entre democracia y autoritarismo, sino de lucha por el poder y por el control de áreas de influencia en el mundo. Las relaciones internacionales realmente existentes son esencialmente eso. Hasta el Papa Francisco lo ve así: “…la lógica dominante hoy en el mundo de la política es la de la estrategia de los estados más poderosos, para afirmar sus intereses y extender su influencia económica, ideológica y militar”. Las misiones militares de EEUU y de la UE (USA tiene casi 800 bases fuera de su territorio, Rusia 2 y China 1) buscan obtener y garantizarse, en la mayoría de los casos, recursos como el gas, el petróleo, minerales raros…, en una pulsión que bien podríamos calificar de neocolonial e imperialista. Hoy es EEUU, pero si mañana le sustituyera otra gran potencia en su hegemonía, haría lo mismo, está en la naturaleza del sistema económico que nos hemos dado.
Las consecuencias de esta guerra en el corazón de Europa son múltiples, una Europa que recordemos ha sufrido dos guerras mundiales, pero que es incapaz de tener voz propia y de movilizarse masivamente por la paz. En primer lugar, se corre el peligro de que la guerra se extienda y se provoque una conflagración nuclear de resultados devastadores. En segundo lugar, estamos asistiendo a una banalización de la guerra, a un rearme del militarismo en nuestras sociedades, a un maniqueísmo de buenos y malos, de amigos y enemigos, incluso a una romantización de la guerra misma. Como ha dicho Naomi Klein, ¡no adoremos al héroe, pensemos! Hoy hasta se censura al Papa, porque ha criticado el aumento del gasto militar, como ha pedido la OTAN, cuando según el SIPRI, este último año se has despilfarrado en el mundo 2,1 billones de dólares para este fin. Esta es otra nefasta consecuencia de la guerra. El negocio armamentístico se ha revalorizado en las bolsas mundiales entre un 20% y un 40%.
Se habla con razón del derecho de defensa de los ucranianos, pero la solución que se propone es enviar más armas, olvidando dar voz a otras resistencias no armadas, que son muchas y variadas. Se dice, con el cinismo propio de los tiempos, que mandamos armas para parar la guerra, pero se olvidan del dicho de que cuando solo se tiene un martillo, todos los problemas empiezan a parecer clavos. Sánchez Ferlosio, un sabio en esto de la paz y la guerra, nos dejó esta reflexión: El éxtasis de la victoria, el placer del predominio, la ambición de la hegemonía, el furor de la autoafirmación, esto es la guerra.
Por último, la guerra llega en un momento crítico, cuando el cambio climático de origen antrópico, resultado del modelo económico depredador que nos domina, alcanza un umbral de no retorno, de muy graves consecuencias para la vida. Este conflicto entre capital y vida puede acabar en un modelo autoritario, donde la escasez sea gestionada en beneficio de las élites. Elon Musk ya está pensando crear una colonia en Marte para dentro de 50 años, donde quiere alojar a un millón de personas, elegidas entre los suyos claro, donde vivirán bajo tierra y comerán solo vegetales, abonados con sus propios excrementos. ¡Vaya futuro prometedor! ¡Increíble, pero cierto! Su fortuna es superior a los 200.000 millones de dólares. Es uno de los más insignes representantes del tecnofeudalismo, uno de los delirios de la sinrazón capitalista.
Virgilio, me gustaría tener a mano el teléfono de Gila para llamar al enemigo y decirle que es un morros de haba, y que no sabe con quién se juega los cuartos, que los del Ateneo y los de la Eirene siguen pensando que la paz es la revolución de la ciudadanía mundial, ¡chúpate esa!
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